martes, 19 de febrero de 2019

Para mamás embarazadas


El gran día llegó


Puede parecer fácil decir que vas a ser madre, pero si vives esa realidad te vas a dar cuenta que tu vida cambia por completo. Ese momento en el que tu no sabes que hacer cuando te dicen “felicidades, vas a ser mamá”, es una mezcla de sentimientos en los que no se pueden expresar así de fácil.

Y es momento de decirle a todo el “mundo” lo que esta pasando, primero al futuro padre del bebé, luego a toda la familia en sí, claro que en muchas ocasiones uno prefiere mantenerlo solo en pareja por un tiempo para así no sentirse estresados, da la casualidad que dejé de ser una embarazada anónima el día que un señor muy amable me miró en el bus y me dijo: "usted estás embarazada, ¿no? Venga, siéntese". Estaba en la semana 15 y creí que no se notaba, pero algo vio ese señor que tan amorosamente me cedió su asiento. Sólo lo vio él, aunque el bus estaba lleno de personas, esa tarde de agosto. O quizás se dieron cuenta varios, pero sólo él tuvo el gesto.

Una de las primeras cosas que le pregunté a mi obstetra es si podía comer cangrejos. Y fui muy feliz cuando me dijo que sí. No tenía síntomas, pero sí dos antojos: el helado de chocolate y el delicioso mango con sal. Fue una noche en la semana 16 que sentí ese famoso "pececito" nadando en mi panza. Me habían dicho que se sentía como si fueran burbujas, pero yo sentí un pececito.

El embarazo, en mi caso, es el mejor de todos los estados. No me importó tener que sacarme la alianza cuando estaba de seis meses porque mis dedos empezaron a hincharse, tampoco me importó ese día que fui a vestirme y mis zapatos ya no me entraban. Hacía mucho frío y salí de casa en zapatillas, porque era lo único que podía ponerme en los pies. ¿Y esa mañana que me tuvieron que ayudar a levantarme de la cama, cual ballena encallada, porque no podía pararme sola, ni siquiera de costado? No, tampoco me importó. De hecho, fue una de esas veces que me reí hasta que me dolió la panza. Lo mismo cuando el espejo me devolvía la imagen de un cuerpo que no reconocía. No me importó. Nunca, pero nunca, me sentí tan llena de energía y tan plena como cuando estuve "habitada".
Ya en la semana 39 a solo una semana de presenciar el nacimiento del niño que tanto había deseado, no podía dejar de disfrutar con mi bebe de un sinnúmero de pistas, por lo que decidí ir a la fiesta de mi mejor amiga y gozar un poco, gracias a eso sentí que los pies no me aguantaban pero que algo por dentro de mí me decía que continuara, era una sensación maravillosa y romántica a la vez porque fue una conexión profunda entre mi hijo y yo.

Un viernes 19 de enero del 2018, y un compañero de la universidad me comento, “Ya de esta semana no pasas” Y el gran día llego, algo que los doctores habían afirmado, tal vez ellos tenían la suficiente certeza que ocurriría el mismo día que ellos dedujeron o simplemente haya sido pura casualidad, pero sucedió. Eran casi las 5 de la tarde del día sábado y yo fastidiada de tomar agua de coco y a la vez sentía que los dolores se venían, poco a poco, en mi mente solo estaba Dios y mi hijo. Me tomaba el lujo de caminar porque ya no podía ni estar acostada, era una mezcla de no saber qué hacer y al mismo tiempo salir corriendo. Pero así suceden las cosas.

Con los dolores cada vez más fuertes, tenía angustiada a toda mi familia que decidimos ir a la maternidad porque ya no podía más, y llegaron las 11.40 cuando me hicieron los respectivos exámenes para ver cómo estaba mi niño, hasta que ya no pude más con los dolores que me agaché y ahí es donde rompí fuente y en seguida me trasladaron a la sala de parto. Yo aun consiente, seguía con dolores, aunque ya estaba en cama no dejaba de moverme y de intimidar a la pediatra que iba a atender a mi niño. Aun recuero sus palabras, “Tranquila Dios cuida de su niño”, y fue de esa manera que me calme un poco que estaba a punto de dormirme.

La hora cero llegó, las contracciones se venían, y la doctora angustiada porque yo ya no podía más, me grito fuerte, que todo ese tiempo que había pasado de angustias y llantos se convirtieron en minutos de alegría al ver a mi niño entre mis brazos, diciéndole TE AMO y sobre todo saber que desde ese momento empezó el inicio de nuestra nueva familia.







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